La discusión sobre cuál sistema de producción de energía eléctrica es el más indicado para América Latina está puesta en las principales mesas de discusión empresarial, industrial o política de la región. La decisión sigue siendo conservadora. por María Cecilia Hernández Ocampo
Industrias de todo tipo: alimenticia, comercial, residencial, farmacéutica y todo cuanto en el mundo se produce precisa de energía, en su mayoría, eléctrica. Este es un tema que ha convocado en la última década a todos los sectores de la cadena productiva: eventos académicos, foros, ferias, ruedas de negocios y reuniones gubernamentales se organizan en torno al tópico. El consumo de energía eléctrica es un asunto que preocupa a todas las esferas de la sociedad, sobre todo por su gasto desmesurado, que genera, según de donde provenga, elevados costos tanto de inversión como para el usuario final, contaminación ambiental, impacto social, entre otras problemáticas. Pero más allá de esto, un hecho coyuntural es el tema de la generación de esa misma energía. ¿Cuáles son los recursos que se utilizan para proveer energía eléctrica?, ¿cuál es el método de producción más adecuado dependiendo de la zona geográfica?, ¿cuál es la capacidad instalada de cada país?, ¿existen recursos públicos y privados suficientes para proveer energía a toda una sociedad? Estos son algunos de los interrogantes que se proponen en cada reunión y que, aún hoy, expertos y responsable de la toma de decisiones no establecen de manera unificada: muchos consideran que la unidad de metas sobre el recurso y el consumo de la energía eléctrica es una probable solución. El caso de América Latina es tal vez más complejo. Por su variedad de climas, pero poca predecibilidad de los mismos, la irregularidad de su geografía y la gran cantidad de recursos renovables o no, el acuerdo sobre la mejor opción para producir energía eléctrica no ha llegado. El caso colombiano
En Colombia, por ejemplo, donde la reserva hidroeléctrica es de casi 70 años, con una capacidad de 90.000 megavatios, y sumado a ello el país también cuenta con una reserva de carbón por 160 años, “es secundario pensar en desarrollar energías con recursos renovables no convencionales como el sol o el viento”, asegura Alfonso Salgado Triviño, gerente general de la división de sistemas de potencia de ABB. A la tendencia de posicionar otro tipo de energías renovables no convencionales como la solar o la eólica, que además viene cogiendo gran fuerza en todo el mundo, los expertos han llamado “la trampa de las renovables”. Significa, según nuestros invitados, que existen recursos instalados en cada país a los que el gobierno tiene la obligación de atender, desarrollar y en los que se debe invertir el dinero y el esfuerzo. Sin dejar de lado que estas nuevas alternativas pueden funcionar en ciertas regiones que presentan condiciones particulares, pero que no deben convertirse en el principal proyecto energético nacional. “En nuestros países latinoamericanos tenemos ciertos recursos que se deben aprovechar, sobre los cuales no tenemos problemas de disponibilidad a largo plazo. Petróleo, biomasa, agua, carbón, entre otros. Entonces, la disponibilidad no es un asunto preocupante”, explica Carlos Felipe Ramírez González, presidente de HMV ingenieros. Sin embargo, Ramírez enfatiza en que el verdadero problema se encuentra en el tema de la sostenibilidad. “Capacidad tenemos, el asunto es de mantener y administrar adecuadamente ese recurso. En el caso de Colombia, donde el recurso primordial es el agua, se generan diversos impactos ambientales y sociales en la instalación, por ejemplo, de una represa o de una planta hidráulica. Ahí es donde debe intervenir el Estado”. El presidente de HMV Ingenieros ve con preocupación temas que aún están por resolver. Según argumenta, antes de pensar en la incursión de nuevas modalidades de producción de energía eléctrica, hay que resolver lo que existe. “Desde el punto de vista medioambiental el sector transporte es terrible y en el tema social todavía tenemos zonas no interconectadas que no tienen acceso a la energía. Todos sabemos que la energía es fuente de agua potable, nos permite tener iluminación, acceso a las telecomunicación. No tener energía significa ser una sociedad de tercer o cuarto nivel, ahí es donde yo veo problema”.
Necesidad vs. tendencia
De la energía hidráulica existen detractores. Hay quienes aseguran que no son la mejor opción, sobre todo porque en sus procesos de instalación en ocasiones no se es muy riguroso con relación a la reglamentación y la legislación existente y, en función de las características topográficas y ecológicas de la zona donde se base, podría generar inundaciones, pérdida de tierras fértiles, desbordamientos, destrucción de fauna y flora y cambios drásticos en los ecosistemas. Para Alfonso Salgado, existen consecuencias dramáticas al descuidar el recurso hídrico y la instalación de embalses, en Colombia se está desforestando rápidamente, la explotación minera está acabando con los ríos y el gobierno es impotente frente a la minería ilegal, que es un problema de Estado. Hay colonización en sitios no adecuados y desarrollos hidroeléctricos pequeños en una cuenca donde hay capacidades más grandes. Con una licencia ambiental matan las posibilidades de hacer grandes proyectos. Según Juan Roberto Paredes, especialista en energías renovables del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), “el recurso hídrico se puede seguir explotando ampliamente en muchos países, pero el precio de la hidroelectricidad no va a ser tan barato como lo es ahora porque los mejores sitios para explotación hidroeléctica, por lo menos en Colombia, ya se desarrollaron; entonces cada vez va a ser más costoso producir energía con agua”. El funcionario asegura que poner la vista en nuevas posibilidades no tiene nada que ver con un boom, ni con una trampa, por el contrario, esta tendencia surge de necesidades reales y específicas en cada región. “Si se tiene en cuenta la realidad actual podemos saber que los gobiernos en América Latina no han apoyado decididamente las energías renovables no convencionales. Aún así, no creo que ese esfuerzo vaya en detrimento de la hidroelectricidad, por el contrario, es un buen complemento”. Por su parte, el representante de ABB tiene una visión opuesta: “La situación europea ha llevado a que los países no puedan vender energía eólica (que tienen bastante) a naciones como España, Portugal o Grecia. En consecuencia creo que hay mucho lobby para que en América Latina se adopten subsidios o subastas específicas de este tipo de energía”. Comenta. Salgado enfatizó que la matriz energética de un país como Colombia, líder en recurso hídrico, es limpia, “entonces si yo introduzco una renovable no convencional con subsidio voy a desplazar la hidroelectricidad y voy a pagar más. El gobierno tiene que tener una consciencia sobre qué renovables se quieren tener, en qué porcentaje y analizar que la matriz energética se mejor y más limpia cada vez”. Sin embargo, diversos estudios realizados por entidades internacionales relacionadas con desarrollo sostenible sostienen que se puede, e incluso es sano, combinar sistemas de producción de energía. Según el BID la eólica se complemente muy bien con la hidráulica, “cuando llueve no hay viento, en este caso se activaría el recurso hídrico y en los períodos de sequía, en cambio, hay mucho viento, propio para desarrollar energía eólica. Son compañeros ideales”, comenta Paredes. La situación se sintetiza en un trilema: se debe encontrar el equilibrio entre crecimiento económico, equilibrio social y respeto por el medio ambiente. Según Carlos Felipe Ramírez, “una empresa jamás va a invertir en una energía que no le cierre financieramente, como en el caso de las no convencionales. Es el Estado el que tiene que ir hacia adelante con las inversiones y quizá las empresas privadas como público interesado presionar para que haya energía para todos los que no tienen en este momento. Esa inversión inicial es muy alta”. En promedio la energía latinoamericana no es muy costosa, en el caso de Venezuela es totalmente subsidiada; Perú, por su parte, donde operan básicamente con gas, también disponen de subsidios y el costo es muy bajo; Argentina produce energía con combustibles líquidos y también es subsidiada. Colombia, por su parte, tiene uno de los costos más altos, sin ser muy costosa, porque la inversión inicial para producir hidroelectricidad es más alta y no es subsidiada, así lo explica Salgado. Integración urgente
En lo que sí están de acuerdo todos los invitados es en la necesidad, o mejor, la urgencia de crear una alianza regional capaz de integrarse, desde cualquier punto de vista, (económico, político, de estandarización, entre otros) en la producción y el consumo de energía. Tal es el caso de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en su integración centroamericana, donde luego de 20 años de trabajo constante, siete países desde Panamá hasta Guatemala han logrado integrarse y superar todas las barreras regulatorias, políticas y técnicas para armonizar sus mercados, sus tarifas y sus contratos no solo en lo que tiene que ver con energía. “Esto va a ayudar a estabilizar la parte técnica, las redes de suministro, pues se trata de sistemas pequeños y endebles y el hecho de que estén interconectadas va a ayudar a la estabilidad general de ese sistema. Por ejemplo, si hay un superávit de energía en Costa Rica se lo va poder transferir a Panamá o viceversa. Para las energías renovables es importante porque por no ser tan predecibles como otro tipo de energía pueden presentarse situaciones, por ejemplo, de más viento en un país y éste podrá transferir esta reserva a otro país”, explicó el representante del BID. Sobre este tema todavía queda mucho por decir, mucho por discutir y por decidir. No está todo escrito y los actores y responsables por las decisiones de los países de la región aún no se ponen de acuerdo. Mientras tanto, los hechos evidentes como el calentamiento global, la destrucción de los recursos naturales y el daño al medio ambiente, así como el impacto social, siguen siendo temas urgentes. Las opciones están servidas y aún hoy siguen apareciendo muchas otras pensadas bajo la filosofía de “el menor daño posible”, tal vez falte inversión, decisión o voluntad política e industrial.
Deje su comentario